Desde hace décadas muchos políticos se frotan las manos anticipando la defunción del PRI, como ahora equivocadamente lo hace Dante Delgado creyendo que ya olvidamos cómo fue incondicional de AMLO en procesos electorales clave. Aclaran y dicen que ese partido ya no existe menos pesa. Y ahí está para disgusto de muchos. El PRI generó un sistema político y de gobierno que prevaleció vigente por muchos años, pero su soberbia lo asfixió y su complicidad y protección con maleantes y saqueadores le fue quitando fuerza y credibilidad.
La caída del PRI como eje político que dominaba en México tiene varias etapas, mencionaría algunas: la sombra y comercio político del México 68, la ausencia de apoyo social de Miguel de la Madrid en los sismos del 85, el pésimo manejo de la seguridad nacional ante el levantamiento del EZLN, la rudeza de Salinas, Camacho y Ebrard contra su candidato Colosio, la “sana distancia” y el corte de dedo de Zedillo, la falta de apoyo a Labastida y a Meade, las frivolidades en el sexenio de Peña y la creciente corrupción, la llegada de Alejandro Moreno a la dirigencia. A esto hay que sumarle los crímenes de Buendía, Camarena, Posadas Ocampo, Colosio…el PRI no entendió su tiempo ni el tiempo de la nación, dijo que buscaba refundación, necesitaba una reconstrucción desde sus cimientos y comprometerse con la población que aún votaba por ellos.
Tomaron al partido como botín, como repartición de poder y no escucharon, ni quisieron escuchar a la oposición que por años, con o sin razón, les acusaba de corruptos y hasta asesinos prometieron y no lograron incorporar al país a niveles superiores. Mejoraron sí, en crear instituciones si, fueron ejemplo mundial si, pero dejamos ir muchas, muchas oportunidades. Dejaron pasar a los enemigos, ojo no opositores, a los traidores y hoy son los que los están hundiendo. Gente de compromiso, auténticos príistas, leales comprometidos fueron relegados. Olvidaron a los jóvenes y crearon grupos corporativos en centrales obreras, en sindicatos…Pero con todo y sobretodo el PRI sigue y mantiene a gente de enorme valor político, con experiencias, con trayectoria, con entrega al país.
Extraordinarios ideólogos y constructores. Pero son menospreciados por la ambición de quienes se adhieren como costra al presupuesto y dirigencia. Ya no hay negociadores hay oportunistas. Sus discursos, el de muchos, anacrónico, obsoletos, antiguos y sin responsabilidad. Se mueven a través de filtraciones y reacomodos. Negocian no por el país sino por supervivencia pero aún tienen tiempo. Coahuila y el Edomex son prueba de fuego, de constancia, de convencimiento. Deben dejar las dudas, las sospechas y las interrogantes. O se comprometen o ahora sí, antes del 24 y lejos de sus cien años solo acabarán en los libros de historia, como simple anécdota. Tienen que ser valientes y contestatarios. Alegar con pruebas y denunciar injusticias. Buscar beneficios sociales, económicas y políticos. Y tienen con que, veremos si se atreven, mediremos su talento.. o siguen chiquitos o se deciden nuevamente a triunfar.