¿Padrecito? Todo menos eso un ministro de culto. Este auto improvisado político ha abusado de su posición religiosa para colarse en el ánimo del presidente y buscar acomodarse en la nómina Alejandro Solalinde busca convertirse en titular de la nueva Coordinación Nacional de Asuntos Migratorios, pero la Conferencia del Episcopado Mexicano toma nota para retirarle el rango de sacerdote y “reducirlo al estado de laico”. Así tan fácil como ponerse o colgarse la sotana y hablar en nombre de Dios, o del presidente.
Por meses Solalinde se ha prestado a ser sirviente (con todo el peso del término) de Amlo y luego del incendio en el centro para migrantes en Ciudad Juárez, ocurrido el pasado 27 de marzo, la presunción de que el clérigo se convierta en burócrata morenista se fortalece. La intención es que se haga cargo de la Coordinación Nacional de Asuntos Migratorios y Extranjería, instancia gubernamental que sustituirá al Instituto Nacional de Migración. Algo de esto ya había anticipado el senador Ricardo Monreal. Alejandro Solalinde propuso a López Obrador la creación de la “Coordinación Nacional de Asuntos Migratorios y Extranjería”, en el que estaría al mando un civil y “ningún mando militar”.
Imposible que Francisco Garduño sea considerado aún con la protección del Ejecutivo. Las reuniones de Amlo y Solalinde han sido frecuentes y el religioso aseguró que el propuesto secretario sería una “persona muy querida” y de trayectoria “intachable”, además de ser un individuo querido por las personas migrantes, “es un católico como ustedes, pero no pertenece a la jerarquía”. Hemos dicho con antelación que este padrecito (?) ha faltado consistentemente a sus obligaciones dentro del clero y se ha expuesto a ejercicios políticos muy inclinados solamente a favorecer al tabasqueño.
Para muchos es muy similar a la conducta adoptada por Samuel Ruiz cuando estalló el conflicto armado en Chiapas en 1994 y que junto con Camacho Solís y Marcelo Ebrard se convirtió en una pieza clave en la supuesta maquinaria de la pacificación. Ahora Solalinde pretende atribuciones que no le corresponden y nombramientos que no merece. Pero para el presidente es un aliado estratégico que lo mismo usa en el púlpito que en los escritorios públicos. A nadie favorece ni beneficia la actuación de oportunistas inexpertos que andan en busca de fama pública y poder político.