Sostener, justificar o proteger a un General del la República que usa fondos públicos para sus lujos personales es reprobable por donde se vea. Un soldado, un militar, un uniformado, un miembro de la élite castrense son, o se suponen, garantes de la seguridad nacional, resguardo de los símbolos patrios, socorristas en ciclos de tragedia, ejemplo de lealtad e integridad. No es concebible un grupúsculo de saqueadores del patrimonio nacional. Decidir exponer la vida propia por salvar a la Patria, lejos de emociones extremas, es el máximo honor de un buen nacido.
Portar insignias y estrellas en el uniforme es representar el mayor pundonor y respeto. Caer en la ambición del poder y del dinero es ir contracorriente a los principios nacionales. El Águila Patria no es solamente una imagen estampada creyéndose bandera. Es nuestra identidad, nuestra imagen, nuestra representación. Es lo que nos unifica y distingue de otras naciones. Es símbolo de fuerza, de orgullo, de valor, de historia. Cambiar todo eso por viajes de lujo en una nación cargada cada día más de hambre y muerte no es únicamente una ofensa, sino una traición.
El gobierno presume que el Ejercito es pueblo uniformado y no se equivoca, hoy más que nunca hay una enorme división entre los soldados de tropa y los integrantes de la élite castrense que comparten los beneficios de un gobierno que a decir del presidente a los pobres los usan como “estrategia política”. Lo difundido hoy acerca de los enormes privilegios del General Cresencio Sandoval González es una afrenta, una bofetada a la nación.
Amlo no puede decirse ignorante porque es el Jefe Supremo de las Fuerzas Armadas y presume que nadie está por encima de su investidura ni en salarios, ni en privilegios y menos en abusos, eso es de administraciones corruptas y cargadas de mafias protectoras de delincuentes y narcos, nunca esta la honestidad valiente. Mientras el General y su familia viajan con aviones de la nación a recorridos turísticos, a los de abajo, a la tropa la envían a la poner el pecho frente a criminales con más derechos que los propios soldados.
Las advertencias de los estadounidenses son delicadas y graves en una nación dominada por sicarios, pero el presidente presume que manda a Washington a sus gabinete de seguridad en tanto la familia del General se asolea en praderas europeas. Los culiacanazos, la liberación de Ovidio y las constantes visitas de Amlo a Baridaguato levantan irritación entre cientos de soldados que cumplen órdenes para recibir, no accionar, disparos de los matones. El responsable de los abusos de los mandos militares es de su jefe Supremo que calla frente a los verdes pero ataca sin misericordia a los consejeros del INE a periodistas o investigadores.
Hay sospechas, solo eso, de conexión entre exsecretario de la Defensa Nacional con cárteles de la droga. No hay denuncias formales y el único General de la República detenido en extranjero y luego exonerado es Salvador Cienfuegos. Pero en esta ocasión, con documentos y pruebas de agencias internacionales se desnuda al mismísimo Secretario de la Defensa Nacional. Parece que unos cuantos compadres y amigos gozan de plataformas muy lejanas a la austeridad republicana o franciscana. La danza de los millones se arranca a los “aspiracionista” para repartirse entre los incondicionales algunos de ellos con mando y estrellas.