Insisto los conflictos van escalando al tono de las descalificaciones y encono presidencial. Sin exagerar el entorno ya es peligroso. Hace unos días en pleno zócalo un grupo de fanáticos quemaron la imagen de la ministra Piña. Ahora vemos con desparpajadamente un gobernador tan incompetente y frívolo como el veracruzano organiza “manifestaciones” con acarreados para simular amenazas de muerte contra los ministros de la Corte. Grupos radiofónicos y de medios impresos detallaron la forma en que incluso fueron agredidos físicamente.
Y mientras el presidente lanzando consignas contra los “conservadores” y profundamente molesto porque la Corte le impidió “reservar” (ocultar) sus gastos en las obras faraónicas que él piensa lo habrán de pasar a la historia, casualmente como Porfirio Díaz, el gran constructor de la Patria. Amlo presumió un recorrido por los tramos de construcción del tren Maya pero omitió informar acerca de los miles de árboles con maderas preciosas desaparecidos; la erosión de la superficie, el daño a la estructura de túneles subterráneos y cenotes que abastecen de líquido vital al sureste, daño irreversible a la fauna y con una premeditada intención de subir la plusvalia de familiares y amigos que son propietarios de inmuebles o terrenos en la zona.
Las dosis de mentiras e imposiciones se suman a un vulgar despilfarro de recursos para un tren turístico. Pero el presidente cumple su agenda, manda Cash a sus obras o a sus ejercicios electorales como en Coahuila y en el Edomex. Intenta cosechar a la ciudadanía con dádivas para tenerla de su lado. Quiere ser el único vehículo de dominio popular. Y quiere acabar con el INE, el INAI, y con la UNAM o con lo que sea que estorbe a sus ambiciones. Muchos se burlaron de aquella frase “un peligro para México” pero esa idea cobra y mucha fuerza en el extranjero.
Han intentado, desde Palacio, mermar la capacidad de gestión ciudadana por ello el radicalismo promovido. Nuestra presencia en las urnas está siendo orillada a la venganza y al revanchismo. No es pensar en el país es, quitarlos o dejarlos. Y eso representa una tragedia. Hoy muchos de los políticos y ciudadanos que votaron por Amlo muestran su arrepentimiento pero no acaban de aceptar que son copartícipes, cómplices de lo que está ocurriendo y algunos, ahí están sus nombres en embajadas, han sido traidores a su historia, ideología y partidos políticos para ganarse una insultante impunidad.
Ahi vemos a cientos de jovencitos promoviendo el voto a Morena, con sus chalecos bien identificados, sin siquiera sabe los nombres de los candidatos o la fecha de la elección. Están cumpliendo un trabajo y cobrando prácticamente una limosna. Lo mismo interrogan, levantan encuestas o retiran propaganda electoral de “los opositores” cometiendo un delito que no se sancionará porque son protegidos por la misma autoridad.
A amlo le conviene una sociedad pobre, ya dijo que los usa como estrategia política. Necesita gente ni educada sino adoctrinada. No habrá de reconocer fracasos electorales porque así ha sido toda su vida. Si no gana grita fraude, se auto nombra “presidente legítimo” acuña frases como “voto por voto, casilla por casilla” pero no de mesuraras de madurez política en las contiendas que no le favorecen. Está lleno de enemigos. Su camino es más que evidente y en nada conviene a la nación. Sobrevivir sin instituciones y cargados de imposiciones no garantiza más que una visita al retroceso. Eliminar los mecanismos de transferencia, de rendición de cuentas, es un ejercicio de abuso y de falta de respeto a millones de mexicanos que con sus contribuciones esperan seguridad y buenos servicios públicos.