Alejandro Moreno subió a la Mesa Directiva para encarar a Fernández Noroña y reclamarle que no abrió el debate para discutir esta declaratoria
Por Félix Muñiz
En una jornada que prometía ser un debate constructivo sobre la reforma de “supremacía constitucional”, el Senado de la República se convirtió en un escenario de gritos y descalificaciones entre sus miembros. Gerardo Fernández Noroña, presidente del Senado, y Alejandro “Alito” Moreno, líder del PRI, protagonizaron un intenso enfrentamiento que reveló no solo la tensión política actual, sino también la falta de civismo y respeto en la arena legislativa.
El desencadenante de esta confrontación fue la decisión de Fernández Noroña de no abrir el debate sobre la declaratoria de validez de la reforma. Moreno, al ver que su partido no tenía la oportunidad de exponer su postura, subió a la Mesa Directiva para exigir la palabra, desencadenando una serie de gritos que resonaron en el recinto.
“No me ponga el dedo encima”, le respondió Noroña a Moreno, quien a su vez replicó: “A mí no me grites”. Esta dinámica no solo mostró un choque de personalidades, sino también una evidente incapacidad para manejar las diferencias en un contexto que debería priorizar el diálogo y el respeto.
El intercambio verbal se tornó más tenso cuando la senadora Lucía Trasviña, de Morena, intervino, pidiendo respeto hacia la presidencia. La situación, que parecía fuera de control, exigió la intervención del propio Noroña para calmar los ánimos, demostrando que la falta de control en el Senado no es un incidente aislado, sino una tendencia que va en aumento.
Una vez serenados los ánimos, se permitió a Moreno dirigirse a la tribuna. Sin embargo, sus palabras no fueron más que una continuación del tono beligerante que había marcado la sesión. “No sólo sean buenos para gritar y para obedecer, sean buenos para debatir”, afirmó, haciendo un llamado a sus colegas para reflexionar sobre su responsabilidad como legisladores. Sus declaraciones sobre el futuro del PRI fueron contundentes: “La historia no los absolverá, la historia los va a juzgar”. En este sentido, Moreno no solo se dirigió a sus adversarios, sino que también realizó una crítica interna al estado actual del partido que dirige.
Ignacio Mier, coordinador de Morena, aprovechó la oportunidad para responder a las alusiones de Moreno. Sus palabras fueron un golpe directo al corazón del PRI: “Es de pena ajena que ese gran partido producto de la Revolución, se haya convertido en una caricatura”. Mier no escatimó en críticas hacia la gestión actual de Moreno, sugiriendo que el PRI está en un estado de declive irreversible.
Lo que se evidenció en esta sesión no es solo un choque personal entre dos senadores, sino un reflejo de la polarización que vive el país. La falta de civismo y la escasa voluntad para el diálogo constructivo pueden tener consecuencias desastrosas para la democracia en México. En lugar de centrarse en los problemas que afectan a la nación, los legisladores parecen más interesados en ganar batallas discursivas que en buscar soluciones.
Es urgente que los senadores asuman su papel con responsabilidad y respeto. El Senado no debe convertirse en un circo donde las descalificaciones prevalezcan sobre el debate informado y respetuoso. La reforma de “supremacía constitucional” es un tema de vital importancia, y lo que el país necesita son discusiones serias que contribuyan a su fortalecimiento, no peleas de patio de escuela.
La situación en el Senado es un recordatorio de que, para avanzar como país, es crucial recuperar el respeto y la civilidad en la política. Si los legisladores no pueden dejar de lado sus diferencias personales, difícilmente podrán abordar los retos que enfrentan sus electores.