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“La caca flota y la Justicia, con la Reforma al Poder Judicial la hicieron mierda”: Ricardo Anaya

Un Congreso convertido en circo, una reforma cuestionada y un Poder Judicial hecho trizas: el debate más escatológico de la política mexicana reciente

Por Félix Muñiz

 

 

La Comisión Permanente del Congreso de la Unión vivió este miércoles una de sus sesiones más bochornosas y simbólicas del desastre institucional que atraviesa el país.

Con palabras que escandalizaron y evidenciaron el nivel de desesperación y hartazgo, el coordinador de los senadores del PAN, Ricardo Anaya Cortés, lanzó una frase que sintetiza la percepción opositora sobre el rumbo de la justicia mexicana: “La caca flota y ya empezó a flotar; hicieron mierda al Poder Judicial”.

 

 

Sí, lo dijo en tribuna. No fue una exageración mediática ni un titular inflado. El legislador panista Ricardo Anaya dejó de lado el protocolo parlamentario para verbalizar con crudeza lo que representa la reciente “reforma judicial” impulsada por Morena y sus aliados: un golpe artero a la división de poderes y a la legitimidad institucional.

La elección por voto popular de ministros, magistrados y jueces, presentada como una “revolución democrática” por el oficialismo, fue tildada por la oposición como una farsa, una simulación peligrosa. El verdadero trasfondo, para los opositores, no es democratizar la justicia, sino capturarla, subordinarla, y convertirla en un brazo político al servicio de un régimen que no tolera contrapesos.

El tono del debate fue más propio de una comedia negra que de un poder legislativo serio.

El Presidente de la Comisión Permanente Gerardo Fernández Noroña, respondió al líder de los panistas en el Senado ofreciéndole un diccionario de sinónimos “para elevar el nivel del debate”. Una respuesta pedante que ignoró el fondo del reclamo para centrarse en la forma, como si lo preocupante fuese el lenguaje y no la destrucción institucional.

La diputada del PT, Lilia Aguilar, llevó la parodia al extremo. Subió a tribuna con una camisa de fuerza y una coronita para burlarse de la panista Lilly Téllez, en un grotesco espectáculo que redujo el Congreso a un escenario de ventriloquismo político, donde lo simbólico vale más que lo sustantivo.

 

 

Las cifras no ayudaron a calmar los ánimos. Morena se ufanó de haber movilizado a 13 millones de votantes, mientras Anaya Cortés contraatacó con una cartulina ajena: 3.5 millones de votos anulados, una oposición que supera al oficialismo en votos válidos y un abstencionismo del 87%. ¿Legitimidad? En entredicho.

El PRI habló claro: “el verdadero ganador fue el abstencionismo”. Y tenía razón. Porque una elección con más del 80% de ciudadanos ausentes no puede, bajo ningún estándar democrático, ser interpretada como un mandato popular sólido.

El oficialismo festeja lo que llama una “transformación histórica”. La oposición lo ve como la sepultura de la justicia independiente. En medio, un Congreso que hace de la escatología su nuevo lenguaje y de la confrontación su rutina diaria.

Mientras tanto, el Poder Judicial, antes garante de legalidad, hoy se convierte en rehén de los caprichos políticos. Tal vez Anaya exageró en el tono, pero en el fondo, su frase —“hicieron mierda al Poder Judicial”— retumba como un epitafio para la justicia mexicana.

 

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