Después de la explosión de 10 petardos el presidente del Senado Gerardo Fernández Noroña ofreció un balance tras los eventos: “Afortunadamente, ninguna persona salió lastimada
Por Félix Muñiz
En un acto de protesta que ha escalado en intensidad y simbolismo, un grupo de normalistas de Ayotzinapa lanzó al menos diez petardos al interior del Senado de la República, un evento que no solo pone de relieve el descontento social, sino también la grave situación de seguridad que enfrenta el país.
Las explosiones, que resonaron en los pasillos del Senado, causaron daños materiales significativos, evidenciando la desesperación de aquellos que se oponen a la militarización de la Guardia Nacional.
El incidente ocurrió en el contexto de un debate crucial sobre la reforma que busca formalizar la pertenencia de la Guardia Nacional al Ejército. Las detonaciones, que se escucharon desde las puertas de acceso sobre la avenida Paseo de la Reforma, provocaron el pánico entre los asistentes y los reporteros presentes en el lugar.
Estos últimos fueron rápidamente replegados al Auditorio “Octavio Paz” por personal de Resguardo Parlamentario, que gritaba “¡Abajo!”, advirtiendo del peligro inminente.
El eco ensordecedor de las explosiones no solo rompió el silencio institucional, sino también una de las puertas de cristal que dan acceso a la sede legislativa, haciendo añicos el cristal y simbolizando, en muchos sentidos, el quiebre de la confianza entre la sociedad y sus representantes. Otros petardos estallaron en el segundo piso del edificio, aumentando la sensación de caos y urgencia en un ambiente ya tenso.
La llegada del Agrupamiento Zorros de la Secretaría de Seguridad Ciudadana fue inmediata. Recogieron cuatro petardos que no habían estallado, artefactos caseros fabricados con tubos de metal. Esta intervención, aunque necesaria, subraya la falta de control sobre la situación y la creciente tensión entre la ciudadanía y el aparato estatal.
Gerardo Fernández Noroña, presidente del Senado, ofreció un balance tras los eventos: “Afortunadamente, ninguna persona salió lastimada. El operativo de resguardo ha funcionado”, aseguró, minimizando la gravedad de los daños.
Sin embargo, las imágenes de las puertas destrozadas y el ambiente de miedo no se pueden ignorar. Lo que se pretendía ser un espacio de diálogo y decisión política se transformó en un escenario de confrontación y violencia.
La protesta de los normalistas no es un hecho aislado. Refleja un descontento generalizado frente a políticas que muchos consideran represivas y que atentan contra los derechos humanos. La militarización de la seguridad pública ha sido un tema controvertido en México, donde las voces que claman por una reforma integral y pacífica son cada vez más ignoradas. La aprobación de la reforma, que se discutirá en una segunda sesión ordinaria esta tarde, podría exacerbar aún más la situación.
Este incidente no solo resalta la urgencia de un diálogo real entre el Estado y la sociedad civil, sino que también plantea preguntas fundamentales sobre la dirección que tomará el país. La inseguridad y la falta de confianza en las instituciones han llevado a muchos a adoptar medidas desesperadas, que, aunque condenables, son comprensibles en un contexto de injusticia persistente.
En conclusión, el lanzamiento de petardos en el Senado es una manifestación extrema de la frustración social. La respuesta del gobierno debe ir más allá de la represión y centrarse en abordar las causas que llevan a los ciudadanos a sentirse desprotegidos y marginados.
Sin una estrategia que promueva la inclusión y la justicia, el ciclo de violencia y resistencia continuará, poniendo en riesgo la estabilidad del país.